Lo primero que hay que hacer para poder establecer el significado del término principio activo es determinar su origen etimológico. En este sentido, podemos afirmar que las dos palabras que lo componen derivan del latín:
-Principio emana de “principium”, que es fruto de la suma de tres componentes: “primus”, que significa “el primero”; el verbo “capere”, que es sinónimo de “capturar”; y el sufijo “-ium”, que puede traducirse como “efecto o resultado”.
-Activo, por otro lado, procede de “activus”. Este vocablo latino se trata del superlativo del verbo “agere”, que se usa para indicar “llevar hacia adelante algo”.
En algunos países, los médicos tienen la obligación de recetar los fármacos por su principio activo y no por su nombre comercial, ya que el principio activo es la sustancia que genera el efecto sobre el organismo. De este modo, se evita que el profesional médico pueda influir en una decisión comercial de la persona, que acudiría a la farmacia a comprar una marca y no un remedio por sus propiedades.
Es decir, que los llamados medicamentos genéricos vienen a tener la misma cantidad de principio activo que los medicamentos equivalentes que sí cuentan con una marca y un nombre determinado. Eso supone que ofrezcan la misma calidad, la misma seguridad y, por consiguiente, idéntica eficacia y resultados.
Precisamente el mencionado principio activo se advierte rápidamente en los citados fármacos genéricos. ¿Por qué? Porque aparece directamente el nombre del mismo en el envase, junto al de su fabricante y a las siglas EGS, que significan Equivalentes Farmacéuticos Genéricos. Por el contrario, en los de marca está primero el nombre de esta y luego el del correspondiente principio.
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